jeudi 22 mai 2008

Otro más de Ricardo Palma....

Este es otro fragmento de un escrito del autor Ricardo Palma, un texto elocuente, ingenioso y también gracioso y es el ejemplo perfecto de una mente cochambrosa, que en un sentido figurado, es alguien que tiene una mente bastante habilidosa para ver cosas donde no las hay...


" Era la época del faldellín, moda aristocrática que de Francia pasó a España y luego a Indias, moda apropiada para esconder o disimular redondeces de barriga. En Lima, la moda se exageró un tantico (como en nuestros tiempos sucedió con la crinolina), pues muchas de las empingorotadas y elegantes limeñas, dieron por remate al ruedo del faldellín un círculo de mimbres o cañitas; así el busto parecía descansar sobre pirámide de ancha base, o sobre una canasta. No era por entonces, como lo es ahora, el Cabildo o Ayuntamiento muy cuidadoso de la policía o aseo de las calles, y el vecindario arrojaba sin pizca de escrúpulo, en las aceras, cáscaras de plátano, de chirimoya y otras inmundicias; nadie estaba libre de un resbalón. Muy de veinticinco alfileres y muy echada para atrás, salía una mañana de la misa de diez, en Santo Domingo, gentilísima dama limeña y, sin fijarse en que sobre la losa había esparcidas unas hojas del tamal serrano, puso sobre ellas la remonona botina, resbaIó de firme y dio, con su gallardo cuerpo, en el suelo. Toda mujer, cuando cae de veras, cae de espalda, como si el peso de la ropa no le consintiera caer de bruces, o hacia adelante. La madama de nuestro relato no había de ser la excepción de la regla y, en la caída, vínosele sobre el pecho la parte delantera del faldellín junto con la camisa, quedando a espectación pública y gratuita, el ombligo y sus alrededores. El espectáculo fue para aIquilar ojos y relamerse los labios. !Líbrenos San Expedito de presenciarlo! Un marquesito, muy currutaco, acudió presuroso a favorecer a la caída, principiando por bajar el subversivo faIdelIín, para que volviera a cubrir el vientre y todo lo demás, que no sin embeleso contemplara el joven; el suyo fue peor que el suplicio de Tántalo. Puesta en pie la maltrecha dama, dijo a su amparador: --Muchas gracias, caballero. --Y luego, imaginando ella referirse al descuido de la autoridad en la limpieza de las calles, añadió: --¿Ha visto usted cosa igual...? Probablemente el marquesito no se dio cuenta del propósito de crítica a la policía que encarnaba la frase de la dama, pues refiriéndola a aquello, a la cosa, en fin, que por el momento halagaba a su lujuria, contestó: --Lo que es cosa igual, precisamente igual, pudiera ser que no; pero parecidas, con vello de más o de menos y hasta pelonas, crea usted, señora mía, que he visto algunas. "

El origen de las pulgas

El siguiente texto me lo topé en un pequeño librillo que compré por acá en Ferrería con "los lurias" (así les digo a los dos hermanos que tienen su puesto de libros usados en la calle). Se trata de un pequeño libro de poesías místicas, todas relacionadas de una u otra manera con la concepción de un Dios, oraciones, plegarias y pequeños poemas.

El texto es chistoso considerando el contexto en el cual dicho libro fue compilado. Desde el título pues da curiosidad leer de qué trata, ya que generalmente uno no encuentra mucha conexión entre una cuestión religiosa (o mística, como prefieran) y las pulgas!!

Al leerlo se genera una combinación muy particular, una mezcla de poesía con la escena de un Cristo charlando con San Pedro y, finalmente, entra en la trama una mujer echando la flojera. Hasta me atrevería a decir que tiene un toque ligeramente misógino – cómico (así como le gusta a mi amigo Héctor y que su discípulo Sergio le hace segunda, jejeje)

El argumento ahí presentado sobre cómo se crearon las pulgas podría ser una buena teoría, pero no creo que pueda ser comprobable científicamente... Sin más que comentar en este momento los dejo con con este texto:



ORIGEN DE LAS PULGAS

Reverberaba el sol esa mañana
y Cristocon San Pedro de bracero,
sinmiedo a la terrible resolana
iba por el otero,
charlando mano a mano,
tú por tú, sobre el modo más certero
de hacer la dicha del linaje humano.

A la sombrea de un árbol corpulento
muellemente tendida,
viendo volar las moscas ciento a ciento,
estaba una mujer, moza lucida,
de la bios de coral, cutis de nieve,
de esas que en punto a edad, isn miramiento
a que mentir es cosa inoportuna,
plántase en veintinueve
como el buen jugador de treinta y una.
De mujeres poblado se halla el mundo
que al treinta tienen un horror profundo.

San Pedro se detuvo, y campechano
le dijo: – Dí, mujer, ¿qué haces ociosa?
¿qué? ¿no sabes hilar? – Poquita cosa.
Cuando arrecia el verano
prefiero estarme mano sobre mano.
Ruede, ruede la bola,
y siga yo tumbada a la bartola.

El Divino Maestro, de Dios hijo,
miróla sonriente. – De lo malo
y vicioso – la dijo–
madre es la ociosidad. Te haré un regalo
que te ocupe y te distraiga humildemente.
La pereza sacude... ¡ea! Entrente.
Ráscate si te pica do te pique.
Sigamos, Pedro, y basta de palique.

Y Dios creó a las pulgas ese día,
microscópicos seres,
en cuya cacería
han sido y son tan diestras las mujeres.